¿Dónde está tu hermano?
Por Juan Alberto Palópoli
El título de este artículo nos remite al libro del Génesis, obra que da inicio a la Biblia católica y que también forma parte de las Sagradas Escrituras del pueblo judío (Genesis 4,9). El Génesis narra la muerte de Abel a manos de su hermano Caín –fue el primer asesinato cometido en la tierra-. Pero esa misma pregunta que Dios hizo a Caín –histórico teológica- hoy sigue interpelando en especial a todos los actores sociales.
Antes del COVID-19, el mundo mostraba múltiples amenazas, tales como el calentamiento global, la grosera acumulación de riquezas por parte de un grupo reducido en perjuicio de una inmensa mayoría escandalosamente pobre, enfrentamientos entre potencias, explotación y desempleo masivo. Pero llegó la pandemia y muchas cosas cambiaron. A propósito, Muhammad Yunus, premio Nobel de la Paz, nos aliente a ver el COVID-19 como una gran chance para dejar atrás los antiguos paradigmas económicos y sociales, y construir una sociedad mundial más justa, solidaria y equitativa.
¿Será esto posible? Al inicio de esta pandemia, el Papa Francisco sentenciaba que “nadie se salva solo”. No se refería simplemente al hecho médico de no infectarse; sus palabras tenían una dimensión económico social. Esta cuarentena fue para muchos una oportunidad de replantearse algunas cuestiones fundamentales.
Todos tuvimos tiempo de estar solos con nosotros mismos y muchos descubrieron, precisamente, que haciendo silencio interior es en donde todos los seres humanos encontramos la oportunidad de rumiar y mirar en profundidad nuestras acciones. En esa introspección aparece nuestra conciencia y puede surgirnos la pregunta –formulada no sólo a todos los creyentes de las tres grandes religiones monoteístas, sino también a todos los seres humanos que deseen alcanzar un obrar ético-: ¿Dónde está tu hermano?La pregunta surge porque sabemos que no debemos, ni podemos, escribir la historia siendo indiferentes al sufrimiento de los otros.
La clave hoy más que nunca es solidaridad, compromiso con el Planeta y con todo el que sufre. Pero también es entender que debemos asumir un compromiso ético y de co-responsabilidad ciudadana. Sí, es hora de globalizar la solidaridad en la certeza de que todos somos responsables tanto del prójimo como de la construcción de un mundo mejor. Mirar la sociedad mundial previo al COVID-19 era visualizar un mundo de egoísmos e injusticias. Ese modelo económico social fracasó. Podemos empezar de nuevo. ¿Qué tal si nos proponemos construir nuestra Casa Común –el mundo que habitamos- dando real importancia a la contaminación ambiental y a la justicia social? Todos nos necesitamos, nadie se salva solo.