Inclusión, el gran desafío

Fomentar estas acciones a favor de las personas
es actuar con responsabilidad y justicia social.

Comienzo haciendo pie, por un segundo, en una frase célebre que en un principio sólo podía pronunciarse con los micrófonos apagados, pero que hecha pública definió no únicamente un debate televisivo, sino toda una elección presidencial en Estados Unidos hace 28 años.

Ahora que estamos fuera del título, les cuento que, en realidad, la frase que se hizo famosa fue «¡Es la economía, estúpido!». James Carville, asesor de campaña de Bill Clinton en 1992, acuño esas palabras cuando tras bambalinas trataba de llevar el foco del diálogo al ámbito económico; ya que se suponía que no eran las guerras lejanas lo que más le importaba a la sociedad, sino la manera cercana en que se resolvía su vida cotidiana.

Transcurrieron 30 años desde aquel hito histórico; y claro, ha pasado mucha agua bajo el puente. Tanta, que la agenda de preocupaciones de la humanidad se ha complejizado de manera notable. Así, hoy podrían caber a la perfección frases como: a) «¡Es la crisis climática, estúpido!» dicha de forma más fresca y amigable por Greta Thunberg; b) «¡Es la corrupción y la falta de transparencia, estúpido!», pronunciada con la claridad y el respecto que caracterizan a Adela Cortina; C) «¡Es la creciente brecha entre incluidos y excluidos, estúpido!», algo que bien podría sernos repertido por el psicolingüista Noam Chomsky; d) «¡Es la exclusión del acceso a las nuevas tecnologías, estúpido!», nos podría gritar Yuval Noah Harari desde la Universidad de Israel; e) «¡Es el renacer del nacionalismo fascista, estúpido!», nos advertiría el italiano Loris Zanatta; f) «¡Es que con el capitalismo del siglo XIX ya no alcanza, estúpido!», podría decirnos Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro de Davos; o bien g) «¡A la pobreza no la crea la gente, estúpido!», podría decirnos de forma mucho mas respuestuosa Muhamad Yunus, economista y Premio Nobel de la Paz en 2006.

De todas ellas, podemos concluir dos cosas: que la percepción de la realidad sigue dependiendo del punto de vista en donde estemos parados, y que cada vez son más los factores relevantes que acompañan a la palabra estúpido, cuando se utiliza para llamar la atención de los grandes decisores humanos.

Por tiempo y espacio disponibles, sugiero enfocarnos en la advertencia que se puede abstraer de una de las ideas de Yunus: «La teoría económica dominante pregona que sólo existe un tipo de negocio; el que maximiza lucros para sus dueños. No pienso así. Las empresas deben beneficiar a las personas. Este nuevo acuerdo toma el nombre de empresa social, que no tiene nada que ver con la filantropía. Por el contrario, significa un nuevo modo de gestionar y pensar empresas. La empresa social cambia paradigmas y con su expansión será necesario rever instituciones. Será preciso crear una nueva bolsa de valores, cuyos resultados sean medidos a partir de impactos positivos en las comunidades, y que atraigan a inversores interesados en otro tipo de resultado…»

Creo que algo parecido es lo que el World Economic Forum (Foro de Davos) en su 50° Edición propuso hace muy pocos días, cuando se refirió a «sentar las bases del capitalismo de los stakeholders para un mundo cohesionado y sostenible»; un objetivo que no es nuevo ya que, en 1973, el primer manifiesto de Davos recordaba a las empresas su deber de servir a la sociedad, considerando a los stakeholders. Fue otro economista, R. Edward Freeman, quien argumentó que «en los beneficios de la empresa participaba todo aquel que estaba «at stake», es decir «en el juego»: accionistas, empleados, proveedores, agencias gubernamentales e instituciones financieras, entre otros. Humildemente, creo que más allá del nombre que habrá de tener una economía cuando pensemos en quiénes son los que componen el enorme conjunto de esos «entre otros» que refiere Freeman, no debemos olvidarnos de aquellos que están excluidos del juego; ya sea por que no producen ni consumen, o porque – por ser portadores de alguna diferencia – simplemente los hemos dejado afuera del juego. De eso hablamos cuando hablamos de inclusión; necesitamos crear otro juego, uno que pueda tenernos a todos adentro.

Cada organización puede hacer algo al respecto, más allá de su tamaño. Solo siguiendo la sabia sugerencia del ex tenista Arthur Ashe: «Empieza donde estás, utiliza lo que tienes, haz lo que puedas.» En materia de inclusión de la discpacidad, todos seremos interpelados en base a las que fueron nuestras capacidades.

Lic. Luis Ulla
Director del Instituto Argentino de Responsabilidad Social y Sustentabilidad (IARSE).

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